5 de abril de 2007

Moscow Zero

Moscow Zero... patatero. Me perdonarán la broma fácil, pero es que algunas películas lo ponen a huevo y, en fin, no he podido resistirme. Baste decir que lo mejor de la película es que, uno: la vi en pase de prensa (o sea, gratis) y dos: terminó pronto y pude ir al pase de "Después de la boda", que resultó ser un peliculón. Pero esa es otra historia...

El caso es que de Moscow Zero salí tan frío como entré (era día lluvioso). No aporta nada, no cuenta nada nuevo, ni desde un punto de vista nuevo, no engancha, no asusta, no intriga, en fin... no consigue nada de lo que pretende, aunque a decir verdad... no sé qué pretende exactamente.

El largometraje de la directora española Luna (AKA María Lidón) está ambientado en el subsuelo de Moscú. Allí, el padre Owen busca a un amigo, el antropólogo Sergei Karparov, desaparecido en extrañas circunstancias cuando investigaba las leyendas de la sociedad marginal del submundo moscovita. En la búsqueda le acompañan otros tres hombres (no me hagan decir quiénes son exactamente... un par de mercenarios, un colaborador, algo así) y una mujer (una vagabunda que se habría llevado el último Miss España de calle). Juntos recorren decenas de angostos pasillos, ahora izquierda, ahora derecha, ahora he visto una marca, ahora me huele que es por aquí... y mientras tanto unos misteriosos niños les van observando desde las sombras.

Historia trillada, vacía y con cierto olor a "Los otros". Mundos paralelos donde cada uno piensa que el demonio es el otro, leyendas que quieren parecer muy enigmáticas y al final... sin sorpresas. En fin, es realmente aburrida. Más que claustrofobia provoca cansancio y más que miedo risa. Las motivaciones de los protagonistas están poco claras y, en todo caso, son poco profundas. Pero además de personajes planos, hay una total ausencia de trabajo en los diálogos. Especialmente molestos los monólogos de Sergei Karparov, que va hablando sólo por los pasillos como el que no quiere la cosa: "Uy, una inscripción. Voy a leerla y a explicarla en voz alta". Eso sí, hasta tenemos historia de amor. Después de varias horas dando vueltas por las dichosas galerías la vagabunda decide retirarse (es que todo da mucho miedo y ahora no recuerdo para qué vine, con lo bien que estaba comiendo alitas de rata. Mejor me vuelvo yo solita). Pese a no haber cruzado prácticamente palabra con el prota (salvo un par de indirectas sin venir a cuento) antes de irse decide plantarle un buen morreo al padre Owen quien, por supuesto, recibe el regalo encantado. Momentazo.

Ni siquiera un par de sustos puedes llevarte. Todo es previsible. Por ejemplo: Alec, uno de los guías, ve una linterna que había perdido en un agujero donde sólo le cabe el brazo. Se decide a cogerla y, ¡vaya!, el agujero tenía trampa. Lo saca de repente, gritando y mirando la marca de mordedura que tiene. Todos se preocupan por lo ocurrido pero, pese a la inquietud inicial, acaban aceptando que ha debido rasgarse con la piedra. ¡Más cuidado la próxima vez Alec!

Lo único positivo que puedo encontrarle a todo esto es la fe que María Lidón pone en sus proyectos. Desde luego algo hace bien para sacarlos adelante. Vendida de antemano en tropecientos países y con un reparto bastante interesante, Moscow Zero se rodó en escenarios reales, la mayoría en el propio Moscú. Y ya van tres películas con esta. En fin, esperemos que a la cuarta vaya la vencida. De momento nos deja este pretencioso esperpento, que alguien se atreverá a calificar de cine de autor.

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