9 de abril de 2007

Después de la boda

Muy de vez en cuando uno sale del cine pensando que algo ha cambiado ahí fuera. O ahí dentro, mejor dicho. Una extraña sensación te mantiene pegado a la butaca cuando los créditos se van perdiendo y te parece que con ellos se extingue poco a poco la magia que minutos antes te ha hecho sentir completamente hipnotizado. Después de la boda es dolorosa, emotiva, profunda, dura... una obra maestra.

Nominada a los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa, el filme de la directora Susanne Bier (Hermanos, Te quiero para siempre...) narra la historia de Jacob, un lobo solitario que dedica su vida a ayudar a los niños de Bombay, India. Las dificultades económicas por las que pasa el orfanato donde trabaja hacen que se vea obligado a viajar a su país natal, Dinamarca, para negociar la propuesta de donación que un importante hombre de negocios está dispuesto a hacer. Pronto verá que Jorgen, el altruista en cuestión, impone extrañas condiciones que poco a poco cobrarán sentido y que le obligarán a tomar las decisiones más importantes de su vida.

Después de la boda es sobre todo una historia de reencuentros: entre personas, entre personas y aquellos lugares a los que pertenecieron, entre pasado y futuro. Aquello que creíamos haber dejado atrás a veces reaparece con una fuerza insospechada. Cada secreto desvelado abre un nuevo mundo, un nuevo abanico de posibilidades. Y, siempre, al abrir una puerta se cierra otra. Jacob avanza, y nosotros con él, a través de su pasado para acercarse a una encrucijada que no le deja opción buena, pero tampoco mala. Menos es más.

Este conmovedor drama (sus detractores dirán que es un melodrama) apoya su su sólido guión en unos inteligentes diálogos, que dotan a la acción de un ritmo vivo y un interés siempre creciente. Recuerdo una de las primeras réplicas que da el protagonista al llegar a Dinamarca, cansado y escéptico. Su acompañante, yerno del acaudalado Jorgen, comenta: "salió de la nada y ahora tiene una gran fortuna. Aunque no se nota", a lo que Jacob responde "¿que saliese de la nada?". La ironía, el sarcasmo y el subtexto están siempre presentes. Pero si por algo destaca más allá del argumento y el tema, es por las soberbias interpretaciones de todos sus protagonistas. Especialmente brillantes se muestran Mads Mikkelsen (Jacob) y Rolf Lassgard (Jorgen). Sin duda gran parte del éxito de la obra recae en ellos, pues participan en hacer creíbles y emotivas las escenas más duras del largometraje.

En fin, nos encontramos, a mi entender, ante una de las mejores películas del 2006. Mucho me temo que pasará desapercibida en la taquilla española, pero éste es el tipo de historias por el que merece la pena ver cine. Si usted pide algo más que entretenimiento puro y duro, vacío y sin sentido, vaya a verla sin dudarlo. Respondo personalmente a las quejas, si las hay.

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