29 de abril de 2007

Borat

Llego tarde a esta crítica, pero ahora entiendo por qué. Algo dentro de mí se resistía, me decía que no la viera, que no malgastase el tiempo. No obstante, algunas críticas más o menos favorables y aquello de "habrá que verla, no sea que..." me empujaron finalmente a presenciar este espectáculo. Y cuando digo espectáculo no digo "wow, ¡vaya espectáculo!", sino "pff... menudo espectáculo...".

El argumento es tan simple como el resto de la película: tras una rápida presentación del protagonista y su surrealista entorno, le tenemos en USA, donde sus jefes esperan que haga un documental que sirva a Kazajstán, su país de origen, para aprender de la gran potencia. Allí Borat inicia un alocado viaje lleno de situaciones rocambolescas... y, en fin, si no doy más detalles no es por no desvelar nada, es porque no merece más.

El caso es que este falso documental no cuela ni como documental, ni como ficción, ni como híbrido, ni como nada. Se supone que tiene dos puntos fuertes: la crítica ácida, corrosiva, bla, bla, bla, y el humor descarado e irreverente. Bien, empecemos por la crítica. Borat, en su camino, se encuentra con personajes que, se supone, representan a la norteamérica profunda. Tenemos a algún racista, algún xenófobo y otros personajes pintorescos... ¿crítica inteligente? He leído eso en alguna parte y me parece que los niveles de exigencia están muy bajos. Es cierto que hay una voluntad de sacar a flote los trapos sucios de una sociedad realmente atrasada en muchos sentidos (al menos una parte significativa de esa sociedad), pero se queda siempre lejos de ser interesante, impactante o demoledora. Es un recopilatorio de anécdotas sueltas de las que no se puede extraer nada, salvo que uno no haya oído hablar nunca de los USA. Bowling for Columbine es una crítica demoledora, no esto. Podrán decir que es panfletista, pero aporta mucho y uno tiene la sensación de haber descubierto algo. Aquí no.

El otro tema es el humor. Creo, después de ver muchas comedias de todo tipo, que el gran problema es que la mayoría de gente carece de sentido del humor. A uno puede no gustarle un gag por dos cosas: no lo entiende, no comparte ese tipo de "chistes", etc. o bien se ve por encima. Es decir, lo entiende, es el tipo de humor que le gusta, pero no llega sus exigencias. Si usted es el tipo de personas que se ríe en las reuniones familiares, que se desternilla con las anécdotas del tío Paco y que considera a Ramón García como un humorista, entonces este filme le va a parecer muy descarado, irreverente y todas esas cosas. Si está de vuelta, si cree que hay pocas personas que tengan la capacidad de hacerle reír a uno a gusto, si es selectivo, tiene criterio y Los Morancos ni le hacen dibujar una mueca, entonces verá que Borat no llega, que lo intenta pero se queda en el camino. Y se puede hacer buen humor y una crítica profunda a la vez, que nadie se engañe. Los dibujos animados tipo "Los Simpsons", "Padre de familia", etc. son un gran ejemplo, o "La vida de Brian", por citar algún filme con actores reales.

En definitiva, no me parece ni inteligente, ni mordaz, ni graciosa, ni nada de lo que pretendían y de lo que muchos quieren ver. Se queda a las puertas de todo y sus gags escatológicos, en el fondo, son lo único que se salva. Si no soporta las bromas crueles, la mofa, la humillación, etc., entonces ni se plantee verla. Las burradas son lo único mínimamente destacable.

26 de abril de 2007

¿Quién dice que es fácil?

Vaya por delante que soy un "hincha" del cine argentino. Sí, ya sé que decir "cine argentino" puede ser tan abstracto como decir "cine español", donde nos encontraremos con películas tan diferentes como "Torrente III", "Los otros" o "Volver". Quizá me refiero al cine argentino que nos llega a España, o al cine argentino más popular, al intimista, preocupado por las relaciones y los caracteres humanos, al de películas como "El hijo de la novia", "Conversaciones con mamá", "Un lugar en el mundo", etc. El dominio de los diálogos y los silencios, de los personajes, del toque cómico incluso en el drama, del toque dramático incluso en la comedia, son algunas de las características de este "cine argentino" al que me refiero. Y "¿Quién dice que es fácil?" está en esta tónica, para lo bueno y para lo malo.

Taratuto, tras el éxito de "No sos vos, soy yo", vuelve a la carga con una comedia de similar planteamiento, liderada por Diego Peretti en el papel de Aldo. Propietario de un pequeño negocio de lavado de coches, su vida cambia cuando en uno de los pisos que alquila, contiguo al suyo, entra a vivir una joven y guapa fotógrafa. Aldo, de valores tradicionales, conformista y cobarde en general, pronto se ve cautivado por la magia de Andrea (Carolina Peleretti, que en vivo, por cierto, es tanto o más atractiva). Su nueva vecina es atrevida, inquieta y de una sexualidad muy activa. El amor que surge entre ambos supondrá un choque frontal de valores con un hándicap añadido: ella tiene un bebé cuyo padre no conoce.

¿Y por qué, "para lo bueno y para lo malo"? Si a uno le gustó "No sos vos, soy yo", le gustará este nuevo filme. Si uno aborrece el cine argentino, no encontrará aquí nada nuevo. Yo soy de los que siempre queda hipnotizado por esos ambientes humildes, por esas historias sencillas que, desde el drama o la comedia, o desde ambas, siempre tratan temas universales como quien habla del tiempo. La sexualidad de la mujer, el machismo, el amor entre opuestos, etc. son algunos de los temas que aquí salen a la palestra. Y, como siempre, personajes un tanto caóticos, muy humanos, sin grandes aventuras que contar, la mayoría antihéroes, pero siempre entrañables.

Taratuto y Solarz han optado por la comedia, y uno podrá encontrar más o menos clichés, más o menos lugares comunes, pero la fórmula, para mi gusto, vuelve a funcionar. Consiguen que la mayor parte del tiempo dibujes una sonrisa y, en muchas ocasiones, que te rías bien a gusto. Quizá esté un peldaño por debajo de su anterior película, pero es una obra entretenida, profunda en muchos momentos, y en la que uno tendrá la posibilidad de encontrarse a sí mismo.

18 de abril de 2007

La maldición de la flor dorada

Hay que tomarse la medicación cada día. Sin rechistar y agradecida. Eso es lo que le decimos siempre a la abuela. Que se tome el jarabe a su hora y que no se queje, que sino luego vienen los achaques. Y ella testaruda... que no, que eso se lo trague el matasanos. Zhang Yimou debe estar viviendo una situación parecida en su casa, porque durante la primera media hora todo gira en torno a una dichosa medicina. Que si me la tomo, que si no me la tomo, que si esto no tiene buena pinta, que si tómatela toda y que no me entere yo que te dejas algo... en fin, los primeros compases son algo lentos, pero todo va in crescendo.

Ambientada en la China de finales del s.X, La maldición de la flor doradada narra el declive de la dinastía Tang en vísperas de la fiesta del Chong Yang. Los amores ilícitos, los secretos familiares y las envidias, destrozan en pocos días a una familia que debiera ser ejemplar.

Yimou, muy lejos del intimismo de "La linterna roja" o de "El camino a casa", por citar algunas, sigue aquí la tónica de "La casa de las dagas voladoras" y vuelve a ofrecernos una lluvia de colores espectacular. El vestuario, la belleza visual de los planos, las increíbles coreografías (aunque esta vez no son excesivas), la fotografía y, en definitiva, la parte estética, se convierte una vez más en su gran baza. Desde los primeros segundos, el director chino nos acerca a la magia del palacio imperial con un gran despliegue de imágenes y sonidos embriagadores. El ritmo se ralentiza durante casi media hora, sin combates ni otros elementos que enriquezcan la orgía visual, y el verdadero festín llega hacia el final. Los amantes de las batallas de "El Señor de los Anillos" tendrán aquí un nuevo motivo de regocijo. Lanzas por doquier, lluvias de flechas, soldados cargando... en fin, una bomba para los sentidos.

Lo delicado de criticar es el guión. He leído de todo: tragedia griega, drama shakespeariano, melodrama barato, telenovela cutre. Es cierto que hay un gran cúmulo de, digamos, acontecimientos dramáticos. Que si esta es tu verdadera madre, que si esa en realidad es tu hermana, que si yo soy el padre del hijo de mi nieta y de mi abuela por parte de padre... que si uno conspira, el otro mata, el otro es asesinado por el otro, el otro por el uno... vamos, que entiendo las críticas negativas en ese sentido. El asunto es que esto hay que verlo como un cuento chino, y nunca mejor dicho. La narrativa asiática sigue otros parámetros y se deben aceptar ciertas licencias, más cuando se trata de una historia épica. Ahora bien, esto no justifica el desmadre y uno puede estar en su derecho de decir "esto gustará en tu pueblo". En definitiva, que atraiga o no la historia y sus personajes, será cuestión de sensibilidades, cultura audiovisual y gustos. Digo yo.


10 de abril de 2007

River Queen

Bienvenidos a Nueva Zelanda. Olvídense de todo durante un par de horas y sientan como su butaca se convierte en una canoa. La visita, de la mano de Samantha Morton (en el papel de Sarah O'Brien), nos llevará a lo largo del río Whanganui, situado en el Parque Nacional de Whangui (Parimonio de la Humanidad, por cierto). No piensen que trabajo a comisión para una agencia de viajes, simplemente me parece que las localizaciones de River Queen son uno de sus mejores reclamos.

El nuevo filme de Vincent Ward (Más allá de los sueños, El mapa del corazón humano), rodado con la bendición y participación de varios pueblos maoríes, narra la historia de una joven irlandesa hija de colonizadores. A caballo entre dos culturas y en medio de una guerra entre británicos y nativos, Sarah se enamora de un maorí con el que tiene un hijo. Tras la muerte de su amado, el momento más desgarrador de su vida llega al ver que el pequeño Boy es secuestrado y llevado río arriba por su abuelo maorí. Comienza aquí una amarga búsqueda y, tras ella, la historia de un reencuentro tan esperado como decepcionante. El tiempo ha pasado y tanto ella como su hijo han cambiado mucho.

River Queen es una historia de búsquedas, no sólo la de un hijo, sino de búsquedas interiores, de identificación cultural. Sarah vive el infierno de tener que elegir entre dos realidades que coexisten, pero que son incompatibles entre sí. Aunque la cinta tiene un final bastante previsible, resulta interesante seguir los ires y venires de la protagonista y uno se pregunta hasta qué punto se cumplirá aquello de "no se es de donde se nace, sino de donde se pace", o lo de "si no puedes con el enemigo, únete a él".

El ritmo es algo lento en general, y no siempre están claras la motivaciones de los personajes, pero su atractivo estético suele compensar estas faltas. Por otra parte, casi a nivel de enriquecimiento cultural, tendremos la oportunidad de profundizar en las costumbres y ritos del pueblo maorí. En este sentido, se agradece la labor de Ward y su equipo por mostrarlo tal cual, sin mayores pretensiones.

En definitiva, quien se anime a verla se encontrará con una película de gran belleza plástica (por su fotografía, escenarios y acierto en la dirección), bien interpretada (incluyendo al joven Rawiri Pene) y, aunque aburrida por momentos, bien contada. Desde luego no brillará demasiado, pero resulta satisfactoria.

9 de abril de 2007

Después de la boda

Muy de vez en cuando uno sale del cine pensando que algo ha cambiado ahí fuera. O ahí dentro, mejor dicho. Una extraña sensación te mantiene pegado a la butaca cuando los créditos se van perdiendo y te parece que con ellos se extingue poco a poco la magia que minutos antes te ha hecho sentir completamente hipnotizado. Después de la boda es dolorosa, emotiva, profunda, dura... una obra maestra.

Nominada a los Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa, el filme de la directora Susanne Bier (Hermanos, Te quiero para siempre...) narra la historia de Jacob, un lobo solitario que dedica su vida a ayudar a los niños de Bombay, India. Las dificultades económicas por las que pasa el orfanato donde trabaja hacen que se vea obligado a viajar a su país natal, Dinamarca, para negociar la propuesta de donación que un importante hombre de negocios está dispuesto a hacer. Pronto verá que Jorgen, el altruista en cuestión, impone extrañas condiciones que poco a poco cobrarán sentido y que le obligarán a tomar las decisiones más importantes de su vida.

Después de la boda es sobre todo una historia de reencuentros: entre personas, entre personas y aquellos lugares a los que pertenecieron, entre pasado y futuro. Aquello que creíamos haber dejado atrás a veces reaparece con una fuerza insospechada. Cada secreto desvelado abre un nuevo mundo, un nuevo abanico de posibilidades. Y, siempre, al abrir una puerta se cierra otra. Jacob avanza, y nosotros con él, a través de su pasado para acercarse a una encrucijada que no le deja opción buena, pero tampoco mala. Menos es más.

Este conmovedor drama (sus detractores dirán que es un melodrama) apoya su su sólido guión en unos inteligentes diálogos, que dotan a la acción de un ritmo vivo y un interés siempre creciente. Recuerdo una de las primeras réplicas que da el protagonista al llegar a Dinamarca, cansado y escéptico. Su acompañante, yerno del acaudalado Jorgen, comenta: "salió de la nada y ahora tiene una gran fortuna. Aunque no se nota", a lo que Jacob responde "¿que saliese de la nada?". La ironía, el sarcasmo y el subtexto están siempre presentes. Pero si por algo destaca más allá del argumento y el tema, es por las soberbias interpretaciones de todos sus protagonistas. Especialmente brillantes se muestran Mads Mikkelsen (Jacob) y Rolf Lassgard (Jorgen). Sin duda gran parte del éxito de la obra recae en ellos, pues participan en hacer creíbles y emotivas las escenas más duras del largometraje.

En fin, nos encontramos, a mi entender, ante una de las mejores películas del 2006. Mucho me temo que pasará desapercibida en la taquilla española, pero éste es el tipo de historias por el que merece la pena ver cine. Si usted pide algo más que entretenimiento puro y duro, vacío y sin sentido, vaya a verla sin dudarlo. Respondo personalmente a las quejas, si las hay.

5 de abril de 2007

Moscow Zero

Moscow Zero... patatero. Me perdonarán la broma fácil, pero es que algunas películas lo ponen a huevo y, en fin, no he podido resistirme. Baste decir que lo mejor de la película es que, uno: la vi en pase de prensa (o sea, gratis) y dos: terminó pronto y pude ir al pase de "Después de la boda", que resultó ser un peliculón. Pero esa es otra historia...

El caso es que de Moscow Zero salí tan frío como entré (era día lluvioso). No aporta nada, no cuenta nada nuevo, ni desde un punto de vista nuevo, no engancha, no asusta, no intriga, en fin... no consigue nada de lo que pretende, aunque a decir verdad... no sé qué pretende exactamente.

El largometraje de la directora española Luna (AKA María Lidón) está ambientado en el subsuelo de Moscú. Allí, el padre Owen busca a un amigo, el antropólogo Sergei Karparov, desaparecido en extrañas circunstancias cuando investigaba las leyendas de la sociedad marginal del submundo moscovita. En la búsqueda le acompañan otros tres hombres (no me hagan decir quiénes son exactamente... un par de mercenarios, un colaborador, algo así) y una mujer (una vagabunda que se habría llevado el último Miss España de calle). Juntos recorren decenas de angostos pasillos, ahora izquierda, ahora derecha, ahora he visto una marca, ahora me huele que es por aquí... y mientras tanto unos misteriosos niños les van observando desde las sombras.

Historia trillada, vacía y con cierto olor a "Los otros". Mundos paralelos donde cada uno piensa que el demonio es el otro, leyendas que quieren parecer muy enigmáticas y al final... sin sorpresas. En fin, es realmente aburrida. Más que claustrofobia provoca cansancio y más que miedo risa. Las motivaciones de los protagonistas están poco claras y, en todo caso, son poco profundas. Pero además de personajes planos, hay una total ausencia de trabajo en los diálogos. Especialmente molestos los monólogos de Sergei Karparov, que va hablando sólo por los pasillos como el que no quiere la cosa: "Uy, una inscripción. Voy a leerla y a explicarla en voz alta". Eso sí, hasta tenemos historia de amor. Después de varias horas dando vueltas por las dichosas galerías la vagabunda decide retirarse (es que todo da mucho miedo y ahora no recuerdo para qué vine, con lo bien que estaba comiendo alitas de rata. Mejor me vuelvo yo solita). Pese a no haber cruzado prácticamente palabra con el prota (salvo un par de indirectas sin venir a cuento) antes de irse decide plantarle un buen morreo al padre Owen quien, por supuesto, recibe el regalo encantado. Momentazo.

Ni siquiera un par de sustos puedes llevarte. Todo es previsible. Por ejemplo: Alec, uno de los guías, ve una linterna que había perdido en un agujero donde sólo le cabe el brazo. Se decide a cogerla y, ¡vaya!, el agujero tenía trampa. Lo saca de repente, gritando y mirando la marca de mordedura que tiene. Todos se preocupan por lo ocurrido pero, pese a la inquietud inicial, acaban aceptando que ha debido rasgarse con la piedra. ¡Más cuidado la próxima vez Alec!

Lo único positivo que puedo encontrarle a todo esto es la fe que María Lidón pone en sus proyectos. Desde luego algo hace bien para sacarlos adelante. Vendida de antemano en tropecientos países y con un reparto bastante interesante, Moscow Zero se rodó en escenarios reales, la mayoría en el propio Moscú. Y ya van tres películas con esta. En fin, esperemos que a la cuarta vaya la vencida. De momento nos deja este pretencioso esperpento, que alguien se atreverá a calificar de cine de autor.

2 de abril de 2007

300

A veces uno se resiste a creer que más de un millón de personas puedan estar en lo cierto. El tiempo demuestra que las cifras de taquilla no suelen hablar de la calidad del producto y, en cierto modo, el espectador exigente (otros le llamarán orgulloso, erudito, soberbio, culto, alternativo, arrogante, o ninguna de estas, o todas a la vez) tiende a relacionar taquillazo con pastelazo. Sin embargo, estos términos no tienen por qué ser sinónimos a la fuerza. Es el caso de 300.

Si bien es cierto que me ha parecido una película muy buena, debo aclarar también que me desmarco de aquellos que ven aquí un antes y un después en el cine, o de quienes consideran que 300 es una película total, perfecta, sublime. Puede que como producto de entretenimiento sea un 10, pero si el cine es algo más que eso, y quiero pensar que sí, no pasa de película notable.

La historia, o la historia de la historia, ya la conocen. 300 recrea a su manera la batalla de las Termópilas, imitando el cómic homónimo de Frank Miller, que a su vez se inspiró en la película de 1961 "The 300 espartans" (traducida como "El león de Esparta"). Los hechos históricos en sí fueron recogidos por Heródoto de Halicarnaso (484aC-425dC) en su obra "Historiae" o "Los nueve libros de historia", donde se narran con más fidelidad ésta y las otras batallas que los griegos mantuvieron con los pueblos bárbaros (en especial contra los persas en las Guerras Médicas). Su relato ha sido la fuente de información primaria para unos y otros.

A pesar de esto, que nadie espere ver una película histórica. Es más, que nadie salga del cine pensando que ya conoce un poco más a los espartanos y a los persas (bueno, si al oír espartano pensaba en un liberador de esclavos, y al oír persa sólo le venía a la mente un gato con mucho pelo, entonces puede que sí, puede que haya aprendido algo). Frank Miller nunca ha negado que lo que le atrajo de todo esto fue la esencia. En realidad, ni los espartanos eran 300, ni luchaban desnudos, ni los Diez Mil Inmortales iban disfrazados para Halloween, ni Efialtes era un jorobado deforme, ni un largo etc. Es decir, la obra no es una fiel crónica de lo sucedido en aquel desfiladero, pero en favor de los autores debo apuntar que nunca han intentado venderla así. Se equivoca quien utiliza estos argumentos para desprestigiarla.

Ahora bien, una película debe sostenerse por sí misma. Si necesitas leer una docena de entrevistas al director, tropecientas críticas a cuál más lúcida, y mirarte todos los extras del dvd para que te parezca perfecta, quiere decir que algo falla. No me importa si 300 miente más o menos, pero echo en falta algo de contexto, alguna subtrama con fuerza, algo más que espadazos a diestro y siniestro. La película cautiva por su estética, por su fotografía, por su ritmo frenético... pero pasados unos días (los más avispados quizá no precisaron de más de unos minutos) uno se da cuenta de que no deja tanta huella como podría parecer. No recordaré con especial cariño a ningún personaje (ni siquiera a ninguno de los actores y actrices que los encarnaron), no destacaré el argumento en ninguna conversación (300 aguantan los envites de un millón para defender a su pueblo), no me entusiasma especialmente el tema de fondo (la defensa de la libertad a toda costa, un rollo patriótico muy al gusto norteamericano) y, en fin, nunca podré considerar que 300 es una obra tan perfecta como algunos pretenden.

Eso sí, lo bueno que nadie se lo quite. 300 es una obra 100% entretenimiento, 100% calidad estética, 100% ritmo y, en resumen, una historia bien contada que no hará pensar demasiado, pero que tendrá al espectador completamente hipnotizado durante dos horas. Una de las mejores películas épicas de todos los tiempos.