22 de octubre de 2007

El Orfanato

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A media película, después de que en la casa se cerrase de golpe la enésima puerta (y todos diésemos el correspondiente saltito), un amigo me comentó a sottovoce: "pa' mí que la casa cae en rampa". Es cierto... y quizá si el arquitecto hubiera hecho bien su trabajo, o si el carpintero hubiese revisado a fondo esas bisagras, o si simplemente alguien se molestase en cerrar de vez en cuando las ventanas, quizá entonces nos evitaríamos algún que otro susto en este tipo de películas. Ahora bien, ¿puede imaginarse alguien un film de terror, con caserón tétrico incluido, sin algún que otro portazo? ¿Y qué me dicen de los ruidos, de esos ruidos que no vienen de ningún sitio concreto y no se pueden adjudicar a nadie ni a nada en concreto? Demasiado tarde para ser el jardinero, demasiado agudo para ser la caldera, demasiado grave para ser el aire. Tampoco pueden faltar los niños. Los niños siempre dan miedo. Yo estaba pensando en tener uno, pero he vuelto a descartar esa opción.

Bromas a parte, en El Orfanato funcionan los viejos trucos (que los hay, y a pares) y los nuevos (que también los hay). El debutante Jota ha demostrado tener un gran talento para la realización (ya lo sabían quienes venían siguiendo su trayectoria) y dirige con maestría una película angustiosa y muy inquietante. El guión es muy correcto... y aunque bebe de muchas fuentes, uno tiene que asumir que no hay nada nuevo bajo el sol desde tiempos de Aristófanes. La trama engancha, moviéndose entre el thriller y el terror, y al final nos sorprende como ya hicieran Los Otros o El Sexto Sentido (entre muchas otras, claro).

Sobresale, para mi gusto, la interpretación de Belén Rueda. Tanto que ensombrece la correcta interpretación de Fernando Cayo y del resto de secundarios. Rueda convence en la desesperada búsqueda de su hijo y el espectador sufre a su ritmo. Añadan a todo esto una fotografía excelente, muy adecuada al tono de la película, y tendrán una de las películas de terror más interesantes de los últimos años. Se confirma que dominamos el género.